jueves, 13 de noviembre de 2014

La cultura y el libro digital

Existe una incontable cantidad de libros que aún no han sido publicados en formato digital. Debido a mis gustos literarios y al hecho de que vivo en Israel, me resulta muy difícil y costoso acceder a muchos de ellos que solo existen en papel.

En Israel existe una única tienda de libros en español que ofrece una gran variedad de autores. Pero jamás será la misma que la que es posible hallar en un país de habla hispana con librerías por doquier. Suele ocurrirme que un libro me conduzca a otro, o que lea algún artículo que llama mi atención sobre algún autor en particular. Entonces llamo a la tienda (o a mi padre, que trabaja allí) y pregunto si lo tienen o si me lo pueden conseguir. No siempre es posible, no solo porque el mismo quizá ya no se edita más o porque el precio de importación sería increíblemente alto. En varios casos no me queda más remedio que proceder a la piratería y bajarlo de alguna de las webs que "delinquen" y a las que doy gracias por comprender que no siempre la piratería es producto de la falta de respeto por el trabajo ajeno sino más bien lo contrario: la obsesión por llegar a aquel autor que consideramos importante en nuestro proceso de aprendizaje sobre las obras que pueden aportarnos nuevas riquezas como individuos amantes de la literatura. Si lo consigo por este medio, lo más probable es que deba convertirlo a pdf o mobi. Si lo convierto a mobi, no me figuran los números de las páginas. Si lo convierto a pdf, los saltos de página no son exactos y la búsqueda del párrafo último leído hace que deba volver sobre lo mismo, cortando así la normal secuencia de lectura. Una se acostumbra, pero no es lo mejor.

Si el libro existiera en formato digital, todo esto sería innecesario. Yo podría comprar los libros que me interesan y el autor podría llegar a más autores y cobrar por ello. Escribo todo esto por la decepción que me causa seguir leyendo, en un mundo globalizado en el que las migraciones son constantes, que aún hay quienes se resisten a los libros digitales, que le restan valor o los consideran de menor calidad. Son sobre todo los intelectuales que se enamoran de la obra pero no aprecian a los lectores. Son los mismos que luego sostienen que la obra se completa con el lector, que se acaba de escribir con ellos, pero que en su sesgada y dogmática visión del mundo literario no comprenden que harían bien en situarse a favor del avance tecnológico. Dicho avance promueve el arte, lo socializa, hace que llegue a todos y no solo a los que pueden pagar un pasaje de avión a México o a España una vez al año y proveerse de lectura para el año venidero. También ayuda a quienes no han tenido la suerte de vivir siempre cerca de su amado librero.

Limitar el libro digital es ponerle trabas a la cultura. Cuando un hombre culto desprecia el libro digital está, ni más ni menos, que despreciando a miles, millones, de lectores.

6 comentarios:

  1. Creo que en el último párrafo lo dices todo, hay mucho libro digital que me ha encantado, por eso adoro mi e-reader. Nada más que añadir :) Biquiños!

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  2. una pregunta al margen: la librería que comentas es Dikler libros, atendida por Adiel Diklrer? Sucede que yo viví cinco años en Tel Aviv y ene esa librería fui muy feliz. Claro que para entonces no había la dichas de las tablets. Una biblioteca en sus manos. Bendición de Dios. Y qué viva el libro en todas sus formas. Un abrazo.

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    1. Sí, Jimmy, de esa misma hablo. Es que no hay otra tienda y es una pena. A diferencia de tiendas de libros en inglés o en ruso que hay varias. Sueño con una macro tienda de libros con un piso entero dedicado a cada uno de todos los idiomas que se hablan en este país. Tendría por lo menos siete pisos. Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.

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  3. Hace tiempo leí un artículo sobre la piratería. Hablaba, sobre todo, de la incomprensión de la base de la misma, y de la confusión entre la piratería delictiva y la que libera la mente. Cuando se habla de pirata se piensa en un maleante que espera despojarte de tus posesiones. No obstante la piratería nace con el objetivo de expandir a bajo coste los mapas para los antiguos estados del "fin del mundo" europeo. Al igual que los hackers, solo trataban de salirse por la tangente de las normas, no quebrarlas con objetivos delictivos. Pero al menos los buscadores de tesoros informáticos tienen el nombre de tal delito: el crack. Los crackers son aquellos que usan esos conocimientos para su propio interés y beneficio.

    Con la piratería no disponemos del beneficio de la dualidad en la expresión, y hablar de corsarios no refleja del todo el cometido de los primeros que se echaron a la mar, mucho antes de rendir bandera ante uno u otro estado.

    Para mi los libros "pirata", al igual que ocurrió con la Radio Pirata en la Inglaterra de principios del siglo pasado. Muchos autores, órganos de consumo, libreros y editoriales (entre otros) desprecian el poder del bit, y se intentan alejar de la evidente demanda. Este mismo lunes hablaba sobre esto en lapiedradesisigo.com, que te animo a leer. La pregunta es, si nos vetan el derecho a aprender, ¿podemos saltar por encima de los autores si éstos no ponen medios para facilitarnos su cultura? Como escritor, y lector, mi respuesta es sí. Cobrar por tu trabajo es una necesidad, pero responder a la demanda de la cultura con negligencia es algo gravísimo.

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    1. Marcos, Acabo de leer tu artículo en tu (fantástico) blog y se me dio un vuelco al corazón cuando leí que la gente de Popcorn abandondó el proyecto. Estoy de acuerdo con lo que planteas. Mi pregunta es, entonces, ¿cómo diferenciar a unos de otros? Los hackers de los crackers. ¿Alguna idea? Quizá, como ingeniero, encuentres allí un interesante start-up cultural. Mi blog, por si te interesa: http://maialoschblank.wordpress.com/
      Te estoy muy agradecida por el comentario y por mostrarme tu blog que, por si acaso, no es lapiedradesisigo.com sino de Sísifo ;) Un saludo.

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