jueves, 7 de septiembre de 2017

Fomentar la lectura y otras dinámicas familiares

Hace ya unos días que me encuentro una y otra vez en redes sociales con la curiosa nota de una madre italiana a sus hijos, pidiendo que busquen la contraseña de la wifi en Anna Karenina (ojo, en el libro, no en la película).
Confieso que la primera que la vi me pareció tremendamente simpática e ingeniosa, no tanto por el reto en sí que plantea, sino por el humor que destila la redacción de la misma (incluyendo la postdata) y por mezclar dos actividades de ocio según algunos contrapuestas: internet y lectura.

No le había vuelto a dar más importancia ni valor hasta que hace un par días me topé con este artículo en la revista Verne, en el que cuestionan la nota como método de fomento de la lectura y se hacen eco de la supuesta controversia que ha generado en Twitter.

Partiendo de que la nota en sí misma ya está totalmente fuera de contexto, y de que no tengo (tenemos) ni idea de cuál fue el planteamiento original de esa madre, ni la reacción de sus hijos, ni cuánto tiempo llevan con esa dinámica, ni siquiera si los hijos son lectores asiduos o solo cogen un libro para encontrar la susodicha contraseña, intentar convertir lo que parece simplemente un juego (relacionado con la literatura, eso sí) con un método para fomentar la lectura, creo que es algo aventurado.

Está claro que la mejor forma, que no la única o en solitario, de que nuestros hijos lean es dando ejemplo claro y sostenido y, por otro lado, soy consciente de que hoy en día cualquier tema en redes sociales puede ser objeto de alabanza, burla o crítica extrema, pero, qué ha pasado con esa teoría tan extendida últimamente de las bondades de la gamificación con respecto a la educación en general y el fomento de la lectura en particular.

La llamada gamificación, o uso del juego como estimulo para una actividad o aprendizaje concreto, se está aplicando ya en colegios y bibliotecas. Si hasta la última campaña gubernamental de fomento de la lectura pretende utilizarla (de aquella manera, pero esto es otra cuestión que merece una entrada por sí misma). Y sin embargo ante algo tan aparentemente inocente como un juego relacionado con la lectura dentro del ámbito familiar, se pone en cuestión todo un método educativo que simplemente desconocemos si se está aplicando tal cual o no.


Repito, estoy convencida de que si los padres leen de forma habitual y los niños crecen en un ambiente con libros y en el que la lectura es parte de las actividades diarias, es muy probable que ellos también lean. Sin embargo, conozco algunos muy buenos lectores, uno de ellos incluso librero, que nunca vieron un libro en su casa y se aficionaron a esta sana actividad bien pasada la adolescencia. Y, aunque creo no conocer a nadie en esas circunstancias, estoy segura de que lo contrario también ocurre. Está claro que la madre de esa nota lee, a los clásicos ni más ni menos, así que una vez superado el primer punto del fomento lector, ¿es realmente tan malo añadir un poco de juego al cuento?

2 comentarios:

  1. Hay gente para la que protestar por todo es el deporte nacional. Si la contraseña hubiera estado en el código de barras del pan de molde, y tuvieran que hacerse la merienda para tener internet, también les habría parecido mal. Biquiños!

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    1. Hola Cris, das justo en la llaga, y de hecho hay numerosas críticas a padres que cambian la contraseña de la wifi por colaboración de sus hijos en las tareas del hogar. Sin entrar en valoraciones educativas, área en la que no soy una experta, tampoco me parece un crimen tan grave.

      Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar, como siempre. Espero que hayas tenido/estés teniendo un fantástico verano.

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